domingo, febrero 28, 2016

Chicas de calendario. La desatada Anaïs.



Esta chica fue la doctora Ochoa de la época (si la recordáis fue una pionera a la hora de hablar de sexo en televisión a los españolitos de a pie), vamos, que se metió en un verdadero berenjenal por donde las mujeres de comienzos del siglo XX aun no habían transitado abiertamente, el sexo y el erotismo. Anaïs Nin se dejó de experimentos con gaseosa y decidió probar en carne propia los efectos beneficiosos de la sexualidad a tutiplén, para poner después todos sus conocimientos negro sobre blanco.

Vamos a ver si resumo su trayectoria. Anaïs Nin nació en Francia, eso ya es un punto a su favor, claro, en 1903. Sus padres no eran nada convencionales, de orígenes cubano-danesa su madre, la cantante Rosa Culmell y cubano-catalana su padre, el pianista y compositor Joaquín Nin. Vivieron alegremente en Cuba unos años disfrutando del sol y los mojitos pero papá Joaquín era un bala y cuando la pequeña Anaïs tenía solo 11 años se largó con viento fresco dejando a su familia en la estacada, sin embargo este trago amargo despertó la sensibilidad de la precoz niña, que empezó a escribir sus diarios con una carta dirigida al ingrato progenitor.

A los 19 años, cuando Anaïs se ganaba unos pesos como bailarina de flamenco en La Habana, conoció al banquero Hugh Guiler con quien se casó marchándose ambos a vivir a París. Allí se codeó con lo más granado de la bohemia europea y donde conoció a un expatriado que cambiaría su vida, TACHÁN!! el mismísimo Henry Miller. Fue mirarse a los ojos y estallar fuegos artificiales, el muy bragado Miller con la  ávida de experiencias sexuales Nin, era inevitable, se hicieron amantes, pero en el alegre París de los años treinta eso nunca fue suficiente así que poco después conoció a su esposa June, que le dio clases express de sadismo y voyeurismo. Pero esto no es nada, al poco se reencontró con su padre, 20 años después del abandono, y entonces quisieron recuperar el tiempo perdido, una cosa llevó a la otra y…acabaron teniendo relaciones demasiado íntimas, es decir Anaïs tomó ahora clases express de incesto, experiencias que luego le servirían para escribir su diario de título más que explícito ‘Incesto’.

En 1939 Nin emigra a Estados Unidos convirtiéndose en la primera mujer en publicar relatos eróticos con su libro ‘Delta de Venus’. Vive entonces en Nueva York y publica regularmente narrativa erótica junto a su amigo Henry Miller, con relativo éxito. En 1947 con ‘En una campana de cristal’ cosecha críticas muy positivas. 

Anaïs vuela frecuentemente a Los Ángeles  y en 1955 se casa allí por segunda vez con Rupert Pole, nada fuera de lo corriente en la América de los 50 si no fuera porque no se había divorciado de su primer marido, el banquero que todavía la financiaba, así pues la Nin se convirtió en bígama. El bueno de Guiler toleraba sus “affaires” y le costeaba sus gastos en California pero nunca llegó a saber de este "pequeño" detalle.

En 1966 por fin se publicaron sus famosos ‘Diarios’ con gran éxito. La repercusión mediática de los mismos hizo que anulara su segundo matrimonio por temor a que se conociera su bigamia, sin embargo siguió alternando su vida con Guiler y Pole. Cuando a mediados de los años setenta contrajo un cáncer de ovarios se quedó a vivir en California, pasando sus últimos años con Pole. Murió en 1977 después de vivir una vida excesiva y escandalosa pero sobre todo libre. 

Para mi fue una adelantada a su tiempo, si en lugar de haber nacido en 1903 lo hubiera hecho 100 años más tarde probablemente se hubiera hablado más de su calidad literaria que de sus escándalos, aunque también hay que reconocer que para Anaïs Nin vida y obra fueron indisociablemente unidas y su gran mérito fue abrir una brecha en un mundo hasta entonces vedado a las mujeres.





miércoles, febrero 03, 2016

Chicas de calendario. La explosiva Amelia.



Justo cuando se inauguraba un nuevo siglo, cargado de posibilidades fascinantes, daba sus primeros pasos la pequeña Amelia Earhart. Había nacido en 1897 en Atchinson (Kansas) y creció en una familia acomodada junto a su abuelo, un juez retirado al que amargaría más de una tarde con su carácter indomable. Como digo, no fue una niña corriente, más bien era de la piel del diablo, no era de las que se entretenían con muñecas o se pintaban las uñas, Amelia prefería trepar a los árboles y disparar a las ratas con su rifle, todo un angelito.

Amelia fue creciendo en esa América profunda que la convertiría sin duda en una damita con fuertes creencias a la búsqueda de un marido con quien formar una familia…¡Pues no! Siempre fue fiel a sus propias convicciones y nunca se dejó llevar por los convencionalismos de la época. Con 18 años recién cumplidos decidió  -la 1ª Guerra Mundial ya había estallado en Europa- cruzar el país para establecerse en Canadá y trabajar como voluntaria atendiendo a pilotos heridos en la contienda.
Mientras tanto su familia había pasado por momentos difíciles y hubo varias separaciones traumáticas y traslados por diferentes ciudades del país. Lo siguiente que sabemos de Amelia Earhart es que se reunió con los suyos en California,  buscando un lugar más soleado y horizontes más amplios para desarrollar sus capacidades.

Allí, casualmente, asistió a un espectáculo aéreo, incluso le dieron una vuelta en aeroplano, era muy insistente la chiquilla. Una vez arriba ya no se quiso bajar. El gusanillo de la aviación le corría por dentro. Enseguida se apuntó a clases de aviación -como quien se apunta al gimnasio, oiga- pero ella no lo abandonó a los dos meses, había encontrado su verdadera vocación. Acumuló experiencia y récords hasta que en 1922 logró el de altitud y en 1923 obtuvo la licencia de piloto.

En 1928 llegó uno de los momentos clave de su carrera, le propusieron participar en un vuelo que cruzaría el Océano Atlántico, iría acompañada de otro piloto y un mecánico. Amelia no pudo pilotar, se quedó con las ganas, sin embargo su leyenda ya había comenzado. En cuanto aterrizaron en Gales una multitud de periodistas abordaron a los aviadores pero fue Amelia quien acabó subida a los altares por la prensa. Las crónicas del vuelo se extendieron rápidamente por los Estados Unidos y recibió felicitaciones por doquier. El publicista George Putnam, uno de los organizadores del vuelo, fue desde entonces su mentor, acompañándola a dar conferencias e involucrándose en la publicación de su libro ‘Veinte horas, cuarenta minutos’. El roce hace el cariño dicen, pues estos dos después de rozarse mucho acabaron casándose en 1931.

Earhart seguía de lleno con sus actividades, impulsando la aviación entre las mujeres, sin embargo la espinita de un vuelo de largo recorrido en solitario aún le escocía. En 1933 se decidió a cruzar el Atlántico, esta vez sin compañía. El vuelo fue un éxito, batió varias marcas y cosechó un montón de reconocimientos, fue alabada y premiada en Europa y Estados Unidos. Sin embargo Amelia, cabezota e inconformista desde pequeña, no tardó mucho en plantearse nuevos retos. Ahora se atrevería con el Océano Pacífico, despegaría de Hawai para llegar a California y después a Washington. El vuelo se realizó con éxito en 1935, hasta el presidente Rooselvelt le envió felicitaciones. 

Por fin podría pensarse que Amelia ya se daba por satisfecha, que todos sus sueños se habían cumplido y sus aspiraciones conseguidas, pero no, era una mujer excepcional y por su cabeza rondaba un reto mayúsculo, dar la vuelta al mundo, ella sería la primera mujer en lograrlo. El avión elegido fue un Lockheed Electra 10E. Le acompañaría un piloto experimentado, Fred Noonan. Partieron el 21 de mayo de 1937 de Los Ángeles en dirección Florida, las siguientes etapas fueron Puerto Rico, Venezuela, luego cruzaron África y el Mar Rojo. En un vuelo inédito hasta entonces en la historia de la aviación llegaron hasta Pakistán. Sus siguientes destinos fueron las ciudades de Calcuta, Rangún, Bangkok y Singapur. Después, en Indonesia, sufrieron varios percances: mal tiempo, reparaciones en la aeronave y una grave infección por disentería sufrida por Amelia. El 27 de junio despegaron rumbo a Darwin (Australia). En Papúa Nueva Guinea el contador marcaba 35.405 recorridos y unos 11.000 por recorrer. Cuando volaban rumbo a la isla Howland llegaron las últimas comunicaciones de los aventureros a un guardacostas estadounidense que se hallaba por la zona, las condiciones atmosféricas eran malas y el combustible se les agotaba. El avión se estrelló cerca de la isla y empezó una búsqueda que duró hasta el 18 de julio. El gobierno estadounidense empleó todos los recursos a su alcance pero sin resultados y aunque su marido siguió la búsqueda durante un tiempo hubo que darlos por desaparecidos. Desde entonces se convirtió en una leyenda y el accidente dio pie a numerosas especulaciones entre la prensa norteamericana. 

El caso es que Amelia Earthart fue una pionera y una mujer fuera de serie, un ejemplo de tenacidad y amor propio en un época en la que las mujeres independientes lo tenían mucho más difícil que ahora -lo que ya es decir-. Acabo con una de sus reflexiones:

"De vez en cuando las mujeres deben hacer por sí mismas lo que los hombres ya han hecho -y en ocasiones lo que los hombres no han hecho- realizándose así como personas, y tal vez alentando a otras mujeres hacia una mayor independencia de pensamiento y acción. Esta fue una de las razones que contribuyeron a que desease hacer lo que tanto quería hacer".


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