martes, mayo 31, 2016

Chicas de calendario. La impulsiva Coco.


Ahí donde la veis Gabrielle Chanel, tan mona y arregladita, fue un verdadera revolucionaria de la moda, una auténtica rompedora -literalmente- ya que con su llegada rompió  corsés, ballenas y sombreros….la moda encorsetada del XIX dejó paso a la modernidad con Coco Chanel

Los orígenes marcan mucho -el mes pasado hablando de Virginia Woolf vimos que una infancia rodeada de luces aunque también con sus sombras la condicionó para siempre- el caso de la Chanel es similar, aunque solo desde las sombras más oscuras. Gabrielle Chanel nació en 1883 en un hospicio de Saumur (Francia), hija ilegítima de una campesina y un vendedor ambulante. Su madre murió cuando tenía doce años y su padre la abandonó en el hospicio de Obazine, vaya panorama. Inevitablemente creció odiando a su familia y en su vejez cuando era entrevistada inventaba un padre cosmopolita, mansiones de campo y una niñez regalada, ¡la imaginación al poder!

El rencor que le envenenaba también le proporcionó la fortaleza para salir adelante, cambiar su destino y lograr su meta más ambiciosa:  liberarse  de su pasado al mismo tiempo que liberaba a las mujeres de los convencionalismos de la belle époque. Interiorizó de tal manera su dura infancia que propuso convertir su humilde uniforme de orfelinato en referencia de la moda, increíble ¿no? Pues así nació el primer Chanel.

A los 21 años rompió con su pasado de forma radical, pasó de las húmedas habitaciones del hospicio a la calidez del castillo Royallieu, cerca de París, junto con el rico heredero Ettienne Balsan;  poco después la espabilada Coco se largó con Boy Capel, gran amigo de Balsan y también millonario. Capel no solo fue su amante, también su mecenas, Coco abrió en 1913 con su ayuda económica la primera boutique Chanel en Deauville, la ciudad más chic de Francia . Un año después estallaba la Primera Guerra Mundial y gran parte de la alta sociedad parisina se refugiaba allí, entonces empezó a vender como una descosida  su ropa ‘casual’,  prendas prácticas y ligeras que fueron un rotundo éxito. Coco consiguió la fama y algo que ansiaba aún más, independencia, dejar de ser una mantenida, devolvió a Capel toda la inversión y se convirtió en una de las primeras mujeres empresarias del siglo, sin ni siquiera imaginarlo Coco Chanel simbolizaba a la nueva mujer del siglo XX, en su ropa, en sus costumbres, en su carácter. Su carrera estaba lanzada y a aquella pequeña costurera nacida en un hospicio no la iba a parar ni Dios!!

En 1915 abrió una tienda en Biarritz -ciudad neutral durante la guerra- y frecuentada por ricachones de España y Francia, se hinchó a ganar dinero. En 1916 sus colecciones aparecían en la influyente revista Vogue, poco después empezó a vender en grandes tiendas de Estados Unidos. En 1918 abrió su casa de moda en París con más de 300 empleados, en 1921 creó su famosísimo perfume Chanel nº5, en los años 30 trabajó en el vestuario de varias películas de Hollywood y en 1935 su empresa llegó a contar con 4000 empleados.

Sin embargo todos estos triunfos profesionales no vinieron acompañados del éxito en lo personal. Boy Capel, ya casado con una aristócrata, que seguía siendo su amante y su gran amor, se mató en accidente de tráfico en 1919. Se consoló con el duque Dimitri de Rusia, aristócrata venido a menos, el rollo duró menos de un año, el libertino buscó dinero fácil en una millonaria norteamericana. Su siguiente conquista fue el hombre más rico de Europa, el duque de Westminster, que la dejó plantada en 1931, el noble británico buscaba un heredero y encontró un cuerpo más joven al que unirse. Coco tenía 48 años y estaba en la cumbre de su carrera. Un año después inició una pasional relación con el vasco Pablo Iribarnegaray, hubo planes de matrimonio, sin embargo en 1933 murió de un infarto, Coco Chanel, a sus 52 años, volvía a estar sola. Ninguna de sus relaciones acabó en matrimonio.
La guerra volvía a cernirse sobre Europa y Coco Chanel devastada por sus fracasos sentimentales y con la amenaza bélica a las puertas de Francia decidió cerrar sus tiendas, tuvo que despedir a más de 3000 empleadas. Durante la ocupación vivió en el hotel Ritz, sus posiciones políticas controvertidas y sus buenas relaciones con algunos jerarcas nazis ensombrecieron su imagen sin remedio y estuvo fuera de juego durante más de 15 años.


En 1954 volvió a la carga pero ya no era la animosa joven que levantó un imperio, era una solitaria  y vieja gloria que se dedicaba a lanzar dardos envenenados a otros modistos, a los homosexuales, a la minifalda… y después volvía su habitación del Ritz. Obtuvo algunos reconocimientos a su carrera pero su reputación nunca fue la de antaño, su público nunca perdonó sus devaneos con los alemanes durante la guerra.  En 1971 murió en París un mito del siglo XX, la impulsiva joven nacida en un jergón de un hospicio moría en una suite del Ritz de París, mientras tanto habían pasado 88 años de una vida apasionante.

Por cierto para quien no tenga todavía el calendario de las chicas Tutticonfetti 2016 AQUÍ os dejo el enlace de descarga.


martes, mayo 17, 2016

Quiero ser como Dorothy


Siempre he disfrutado del arte, sobre todo con la pintura y la fotografía, no soy una experta ni mucho menos pero desde que en el Instituto estudié Hª del Arte quedé para siempre enganchada a formas, colores, texturas, encuadres … De joven siempre iba sin un duro en el bolsillo, como la mayoría, pero alguna vez que dispuse de ahorrillos compré una pintura a la hermana de un amigo o una fotografía en un rastro, simplemente porque me gustaban, sin ningún afán más. Ahora pienso que a lo mejor se estaba forjando una coleccionista en ciernes sin embargo todo quedó en un intento porque otras prioridades me rascaron el bolsillo.

A mi parecer, el mundo del arte y del coleccionismo se pervierte cuando la prensa lo relaciona siempre con negocios e inversiones, cifras récord, subastas multimillonarias o coleccionistas estrafalarios. Sin embargo de vez en cuando surge una noticia sobre el tema que te reconcilia con la idea del ‘arte por el arte’. Os traigo la historia ejemplar de unos verdaderos apasionados por las bellas artes, una pareja de ancianos norteamericanos, Herbert y Dorothy Vogel que se convirtieron en los años 70 en unos de los mayores coleccionistas de arte contemporáneo del país. Y que tiene eso de especial os preguntaréis, serían unos potentados del petróleo o unos magnates de la construcción con el ‘riñón bien cubierto’… pues no, y aquí viene lo extraordinario de este relato, ambos eran unos humildes trabajadores, Herb empleado de correos y Dorothy bibliotecaria, que vivían en Nueva York. Después de casarse a principios de los 60 tomaron una decisión como poco atrevida, destinar el sueldo íntegro de Herb a la compra de arte mientras con el sueldo de su esposa afrontarían los gastos domésticos.

Aunque no tenían ninguna formación académica su buen gusto e intuición les llevó a adquirir obras que al pasar los años se cotizaron como de gran valor. Se centraron en comprar piezas de artistas jóvenes que empezaban a despuntar y principalmente obra minimalista y conceptual, otras corrientes en boga como el Pop-Art alcanzaban unos precios prohibitivos para la pareja.

Así, como quien compra en el supermercado de la esquina, los Vogel empezaron a acumular en su pequeño apartamento de Nueva York piezas artísticas. El proceso era el siguiente, no iban a subastas sino que conocían personalmente a muchos de los jóvenes artistas, iban a sus casas, observaban directamente el proceso creativo y luego les compraban lo que les gustaba siguiendo un criterio basado en la pura intuición, la única premisa era encontrar algo que les removiera por dentro y después, que la obra pudiera ser transportada en metro o taxi y que además cupiera en su pequeño apartamento de NY. Como veis, algo muy alejado del negocio del arte -que nunca les interesó- y mucho más cercano y familiar en todos los aspectos, de hecho llegaron a trabar un sólida amistad con algunos artistas como Sol LeWitt o Richard Tuttle.

En 1990 era tal la cantidad de piezas que acumulaban que entraron en el Top 200 del coleccionismo internacional. En 1992 decidieron donar su colección a la National Gallery of Art de Washington -museo público de entrada gratuita- continuando así su labor filantrópica. Al poco tiempo también se quedó pequeño para las más de 4000 piezas de los Vogel por lo que decidieron repartirlas por museos de todo el país, de modo que donarían 50 obras a museos de los 50 estados.
En los años 70 fueron portada de revistas y se les hizo algunas entrevistas pero pronto fueron olvidados hasta que en 2008 la realizadora estadounidense Megumi Sasaki filmó el documental “ Herb & Dorothy” y en 2013 su segunda parte  “ Dorothy & Herb 50 X 50”.


Creo que al caso excepcional de los Vogel les va como anillo al dedo aquello de que trabajaron por amor al arte y también vivieron por amor al arte. En una sociedad tan mercantilista y corrupta donde el afán de lucro mueve a la mayoría, la trayectoria de los Vogel es un ejemplo de vida. Solo puedo terminar diciendo que de mayor quiero ser como Dorothy.


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