sábado, octubre 29, 2016

Chicas de calendario. La disparatada Mary.


¿Empezamos a romper topicazos? Pues ahí va uno; acabas de salir del cine y oyes decir a una pareja gafapasta (de esas que disfrutan del cine surcoreano en V.O.): “la peli no refleja la profundidad del libro ” o una conversación cazada al vuelo en el metro: “la adaptación es floja, el libro es mucho mejor””   siii, vaaaale, yo también estoy bastante de acuerdo, aunque suene a ‘pedantez‘ insufrible no podemos evitar comparar el libro y la película, somos seres humanos, creo, y disfrutamos con las comparaciones. 
Ahora bien, si os digo que la famosísima película y el popularísimo personaje de Mary Poppins están basados en una novela muchos habréis tenido la revelación de la semana. Y más aún, si os comunico que la tal novela está escrita por la autora australiana Pamela Lyndon Travers muchos pensareis que me he pasado con la medicación. Pues os digo la puritita verdad, este personaje inolvidable salió de una novela de la que nadie se acuerda. Sin embargo  si os hablo de la película de 1964 producida por Disney, con Julie Andrews y Dick Van Dyke, que se pasean por un Londres en technicolor, mientras cantan y bailan al ritmo de Supercalifragilisticoexpialidoso ….creo que os sonará bastante más, no?

Puede que fuera una de las primeras películas que me mantuvo pegada a la tele durante un par de horas flipando con aquella mezcla de dibujos animados y personajes reales y disfrutando de esa extravagante niñera, que rompía las normas y daba a los estirados ingleses lecciones de vida sin descanso.
También me gustaba mucho que fuera musical; mi hermana y yo nos quedábamos embobadas siguiendo los bailes y las canciones (en español!!, según recuerdo). Así es, en aquella lastimosa España de los 70, en las películas norteamericanas no solo nos llegaban doblados los diálogos sino también las letras musicales, oír a Julie Andrews desgañitándose como si hubiera nacido en Valladolid era para los niños de entonces lo más natural.

Pero volviendo a Mary Poppins, aunque la película vista hoy pueda resultar algo cursi, hay que reconocer que para los años 60 los norteamericanos se curraron una institutriz bastante molona, mucho más cercana que aquella antipática “supernanny” televisiva que amargaba a niños y mayores en uno de esos estrafalarios programas de hiperrrealidad que tanto abundan. La Poppins volaba, podía trasladarse al mundo de los dibujos animados y lo mejor, siempre ponía en jaque lo establecido y se reía de las reglas y convenciones (que para los británicos de principios del siglo XX eran muchas).
Me despido con una de las mejores explicaciones que se han dado de lo que se siente cuando una está contenta o cuando tiene hambre o mira el mar o pasea al perro o simplemente cuando se aburre de la situación política española:
¡¡¡¡¡¡¡¡¡Supercalifragilisticoexpialidoso !!!!!!!!



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